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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

sábado, 18 de febrero de 2017

ASÍ ES LA RONDA Y TÚ YA LO SABES

Escribe: Onésimo Salazar

–Aquí están las señoras. Van a salir adelante para que las conozcan –precisa Ashuca, la dirigente. 

Atrapadas por el temor y el desconcierto, Shona y Julia caminan a paso lento y abriéndose paso se ubican frente a la gente. El bullicio empieza a desatarse pero pronto es acallado por los disciplinas, quienes con vinza en alto y amenazantes llaman al orden. 

–A Shona y su hija Julia –inicia el informe el jefe de grupo –a media noche, por la cuesta de los chungos hemos tomado el alto e interrogado. Primero, nos dijeron que venían de su compadre Emiliano que vive en Callacpoma. Entonces, dijimos por qué a esa hora están andando y nos dijeron que se han quedado conversando con su comadre. Les preguntamos, cómo se llama la comadre y se quedaron en silencio. Luego, pedimos que bajaran sus quipes para ver lo que llevan. Una de ellas llevaba alverjas verdes en alforja y la otra, en un costal, tenía tres gallinas y bajo el brazo un radio. Otra vez preguntamos de dónde traían las alverjas y gallinas y se quedaron mudas. Entonces, directamente dijimos que están trayendo cosas robadas. Al verse descubiertas declararon que las cosas eran robadas y que se habían escondido hasta que el grupo de ronda esté dando vuelta por Los Lanches. Pero mala suerte tuvieron que cayeron a nuestras manos. Al final, dijeron que las alverjas lo jalaron de don Saucedo, las gallinas y el radio de su prima Cristina. Así declararon por su propia voluntad. Es todo mi informe, concluyó Paulino y dando paso al costado, se confundió entre la gente. Con aplausos, fue aprobada la intervención del grupo de ronderos.

–Que hablen, que hablen las señoras. –Que se presente las cosas robadas. –Que también se averigüe quizás con otros han robado –exigían, de uno y otro lado, desde la multitud. 

–Sí, compañeros. Las señoras, también tiene derecho de hablar –enérgico determina Esteban, el presidente de ronda.

–Señores…porque necesitamos hemos jalado y… está mal lo que hemos hecho –Shona, con voz apagada y entre cortada. 

–¡Compañeros! Según el dicho de las señoras, aquí no hay nada que investigar ni debatir –expresa Zacarías, puesto de pie y tratando de silenciar el murmullo. El hecho esta cometido y aceptado. Las señoras deben recibir su sanción, porque del prójimo no se debe tocar ni una aguja, ni un manojo de hierba. Las cosas serán devueltas a sus dueños. También, el problema es más grave porque la policía ha llegado a la casa de Roberto a intimidar y amenazar a la gente. Eso no debe pasarse por alto, compañeros –categórico, concluye Zacarías.

La gente se impacienta. De uno y otro lado del salón los asistentes levantan la mano pidiendo hablar. Después de acaloradas intervenciones se hace propuesta que la asamblea debe definir.

– ¡Compañeros y compañeras! Hay que ser comprensibles con las señoras. Ellas son vecinas de nuestra comunidad y han declarado voluntariamente. El valor de las cosas es una pequeñez y además sus dueños ya no van a reclamar. Por eso, pido que se debe disculpar –manifiesta Lucho, produciendo gestos y frases de desaprobación en algunos asistentes. 

–Aquí estamos para aclarar las cosas y no para distorsionar. Las mismas señoras están diciendo que han robado, pero el compañero Lucho quiere que lo disculpemos, que pase como si nada hubiese sucedido. También dice que es una pequeñez, será porque él no sabe el trabajo que se pasa para tener y comer un grano de alverja. Compañeros, la ronda no está para disculpar ni consentir fechorías. Las señoras deben recibir su sanción, eso sí, de acuerdo a la falta y decisión de la asamblea –concluye Sixto, desatando aplausos y gestos de aprobación. 

Después de producirse los debates la asamblea toma acuerdos cuya acta es leída por el secretario: Las señoras deben recibir 5 pencazos cada una y frente a la asamblea. Acompañadas de ronderos, ellas mismas llevarán las cosas robadas a dejar en su lugar. De reincidir serán sancionadas con mayor rigor. Las denuncias asentadas ante la policía deben ser retiradas de inmediato.

Shona y Julia para recibir sus pencazos han sido vestidas de pantalón.

–Bien dado los pencazos sino, te enseñamos a dar –advierte Zacarías a Bremilda quien fuete en mano se dispone a cumplir la orden.

–No tocar las cosas de la gente. Si uno necesita debe pedir y con voluntad podemos dar. Nunca más se debe agarrar cosas ajenas –Bremilda, aconseja a Shona y empieza con los fuetazos.

Clementina, es otra de las mujeres trejas y decididas designada para aplicar la sanción. 

–Las rondas es para respetarse entre nosotros. Si has cometido falta tienes que recibir tu castigo y sin enojos. Así es la ronda y tú ya lo sabes –invoca Clementina y fuete en mano lanza los pencazos sobre Julia que suenan y levantan polvo de los viejos pantalones.

Avergonzadas y adoloridas, las mujeres se confunden entre la asamblea. Luego, las conducirán a su casa una vez concluida la sesión.

–Compañero presidente –se impone una sonora voz. Las señoras ya fueron sancionadas, pero todos los del grupo que han intervenido deben aclarar si es cierto que han querido abusar de las señoras para dejar pasar el robo y quede en nada –Milciades, sorprende con su versión.

–Sí compañeros. Eso mismo ha llegado a mis oídos. Mañana lo trataremos y uno a uno deben declarar los del grupo –enfatizó Esteban.

Con aplausos y vivas es levantada la sesión, al promediar la 4 de la mañana. El salón, lentamente va quedando vacío, mudo testigo de la justicia ronderil.

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